Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

El cuento, un estimulante para la imaginación

Juan David Quintero Arrubla

Sede Poblanco, Institución Educativa El Guayabo

 

Mi nombre es Juan David. Nacido en un pequeño terruño llamado Fredonia, hijo de una mujer fuerte, trabajadora y emprendedora que como ejemplo de vida me enseñó a valorar lo que es la familia y el amor por lo que se tiene y lo que se hace. Me encanta pintar, ya que allí se plasman los sentimientos y pensamientos. Por otra parte, soy un gran apasionado por la cocina, puesto que es la comida la esencia para reunir y demostrar afecto a los seres queridos. Soy un enamorado de lo que hago, porque lo hago con pasión y dedicación; día a día me esfuerzo para que todo salga muy bien, y lo que más me entusiasma es dejar huella.

El cuento, un estimulante para la imaginación

La magia que devela el placer de leer va colmada de una infinidad de sentimientos y pensamientos que cada ser humano necesita en su existencia para poder vivir, relacionarse, conocer y aprender del mundo.

Entendiendo la importancia que la lectura tiene en el devenir de la vida, puedo hablar de una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido en el transcurso de mi labor como formador. Esta experiencia ocurrió en la Institución Educativa El Guayabo, sede Poblanco, en la vereda que lleva el mismo nombre y que forma parte del municipio de Santa Bárbara, conocido como el Balcón de los Bellos Paisajes. Un lugar de un paisaje natural diverso, lleno de personas con innumerables cualidades, que se destacan por su amabilidad, su calidez, su responsabilidad, su colaboración y la dedicación por sus niños.

Risas, juegos, expectativas llenan mi aula de clase; niños soñadores, despiertos y con gran ilusión de aprender son la esencia de mi labor. Y en el afán por construir conocimiento, vi como un obstáculo el que mis estudiantes no entendieran el significado de los textos que leían. Podían reproducir el sonido de las sílabas de las palabras escritas, de frases, de oraciones completas, pero a la hora de comprender lo que esa frase u oración quería decir, no le podían dar significado. Se quedaban mirando el techo como perritos regañados, como personas desorientadas, y hacían la pregunta del millón después de leer alguna instrucción en la cartilla de trabajo: “¿Qué hay que hacer aquí, profe?”.

Pensando en esta situación se me prendió el foco y recordé que todos los niños y las niñas que estaban allí, por una u otra razón, tenían un libro de cuentos en casa, libros donados por la Fundación Secretos para contar, y que no podrían decir “yo no tengo el libro”, ya que a ellos o a los hermanos que habían estudiado allí se los habían regalado. Además, tenía varios cuadernos limpios de años anteriores a los que quería darles utilidad, y qué mejor que regalárselos a ellos para que los usaran. La meta sería que los estudiantes de los grados tercero, cuarto y quinto mejoraran la comprensión de lectura y que pudieran entender con más facilidad lo que leyeran en el texto o en las guías de interaprendizaje, para así fomentar mucha más autonomía en cada uno.

Para lograr este cometido, en primera instancia les entregué los cuadernos y cada uno lo marcó con el nombre Cuentero, palabra que surgió a raíz de que íbamos a trabajar única y exclusivamente con la temática del cuento.

Dentro de mi nueva estrategia, proseguí dirigiendo a los estudiantes a la biblioteca para buscar los libros de cuentos de las colecciones de Secretos para contar; luego les pregunté cuáles tomos tenían en casa y cuál les llamaba más la atención. Todos escogieron uno de los que tenían en casa. Comenzamos con el libro Cuentos para contar. Les ofrecí unas preguntas orientadoras para resolver 209 en casa: ¿cuál es el título del cuento que leíste?, ¿cuáles son los personajes?, con tus propias palabras, cuéntame de qué se trató la historia. A partir de esta actividad desarrollada con la supervisión de los padres de familia, al día siguiente cada estudiante debía comentar con sus compañeros qué fue lo que más le gustó, con la intención de evaluar.

Hablo ahora de una dificultad en cuanto al acompañamiento en la ejecución. En la elaboración de la tarea en casa, en algunos casos ocurría que los padres de familia la hacían por sus hijos, liberando al estudiante del trabajo. Por tal razón, este no aprendía nada porque no pensaba por sí mismo ni cometía sus propios errores. Los padres pueden hacer sugerencias y dar indicaciones para orientar, pero el aprendizaje debe estar en manos de los niños y las niñas. Ya que la actividad estaba enfocada en leer con un propósito definido, lo importante era lograr una lectura más focalizada con el fin de que seleccionaran las ideas más importantes en función de la tarea. El estudiante debía esforzarse por entender para poder resolverla y dar cuenta al día siguiente sobre la lectura ejecutada. Y como anillo al dedo cae el dicho con tiempo y paciencia se adquiere la ciencia.

En reunión de padres de familia conversamos con ellos acerca de la importancia del proceso de lectura. Les advertimos que dicho proceso es fundamental para hacer efectivo el trabajo en las guías de interaprendizaje, que la tarea es para el niño o la niña, y no para el padre de familia, quien ha de ser un guía, un orientador. Así, paso a paso, fuimos creando conciencia sobre el efecto que debían tener las tareas y cómo debían proceder los padres de familia.

A medida que el tiempo transcurría, fuimos evidenciando en los estudiantes más compromiso y pertinencia en la ejecución de la actividad, ya que ellos mismos decían cuál cuento debía seguir, acoplándose así a la dinámica de trabajo. Hubo un cambio positivo en la fluidez lectora y en la animación a la lectura. Por otro lado, la timidez de algunos fue desapareciendo y disminuyó considerablemente el interrogante que siempre me hacían: “¿Qué hay que 210 hacer aquí, profe?”. Y yo con ojos de satisfacción, con el ojo aguado, veo que mi estrategia dio varios resultados.

El que anda entre la miel algo se le tiene que pegar… Pues los estudiantes que estaban rezagados con la ejecución de la actividad se animaron y se contagiaron de los otros compañeros. Y en mi mente visiono continuar con nuevas líneas didácticas que vayan enfocadas al proceso de producción escrita, sin dejar de lado la lectura comprensiva.

Y para mis colegas, solo me queda invitarlos a replicar esta estrategia que nos ayuda a transversalizar las áreas, pues la lectura es el eje posibilitador del aprendizaje.

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