Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

Pequeños científicos, grandes pensadores

Isabel Cristina Ortega Ramírez

Sede La Corona, Institución Educativa Rural Villa Chica

Nací en Córdoba, pero Antioquia está en mi corazón. En Urabá viví y a El Bagre me entregué con ardor. Mis raíces están en Ayapel, tierra de oro y pescado, donde una ciénaga hermosa me llena de orgullo elevado.

Maestra por vocación, decidí serlo desde un principio. Los caballos y las motos son mi afición. Mi familia es mi inspiración, mi faro y mi razón. De mi padre heredé la perseverancia, de mi madre la humildad, la cual recibo con emoción.

Sueño con comprar una casa para mis padres y seguir con mi formación. En cada paso que doy siento gratitud y emoción. El campo me acoge con su frescura y fervor, pero las aguas profundas me dan temor sin razón.

Me encanta conocer personas; las conversaciones fluyen sin limitación. Tener buenas relaciones es mi devoción. Cada interacción debe ser un encuentro enriquecedor. Para quienes siguen mis pasos anhelo ser inspiración, enseñándoles a ver la vida como una divertida canción que debemos escribir y bailar con pasión.

Pequeños científicos, grandes pensadores

Como lo diría el gran astrónomo Carl Sagan, “la ciencia no es perfecta, con frecuencia se utiliza mal, no es más que una herramienta, pero es la mejor herramienta que tenemos: se corrige a sí misma, está siempre evolucionando y se puede aplicar a todo. Con esta herramienta se conquista lo imposible”.

En la vereda La Corona, en el municipio de El Bagre, un grupo de treinta y nueve estudiantes de posprimaria y dos docentes con ganas de transformar sus prácticas educativas convirtieron las aulas en laboratorios y espacios donde el asombro y la curiosidad son los protagonistas.

Pero como no todo en la vida es color de rosa, al inicio del año escolar, por medio de las actividades desarrolladas en el aula, observamos que los estudiantes no se sorprendían por nada, participaban poco, les costaba argumentar frente a algunos temas y concebían la ciencia como algo inalcanzable, aburrido e inmodificable. Un día cualquiera se nos ocurrió llevarles dos experimentos usando elementos de su cotidianidad, y así ver su reacción, llamar su atención y cambiar su visión sobre la ciencia. Como no hay mal que por bien no venga, para nuestra sorpresa, estos comenzaron a hacer preguntas, e incluso algunos a dar posibles respuestas; tal fue la curiosidad que afloró entonces que, días después, algunos estudiantes consultaron de manera autónoma y llevaron ante sus compañeros respuestas sólidas a los interrogantes que habían surgido en aquella clase.

En algún momento, los estudiantes tomaron la iniciativa y empezaron a traer experimentos al aula. Al principio solo lo hicieron los más activos y los que siempre participan, pero, poco a poco, esos estudiantes que siempre parecen estar distraídos, que son poco participativos o tímidos, se motivaron trayendo también experimentos para mostrarnos. Recuerdo que uno de estos experimentos se trataba de llenar dos vasos de vidrio con agua y en uno de ellos verter ocho cucharadas de sal y revolverla por unos segundos; luego introdujo un huevo en el vaso que solo tenía agua y aquel se hundió, como una piedra que cae al fondo de un estanque; seguidamente sumergió el segundo huevo en el vaso que contenía sal y aquel flotó como lo hace una pelota de plástico en el agua. Las preguntas no dieron espera e incluso las posibles hipótesis salieron a relucir: “¡Hay un huevo dañado y otro bueno!”, exclamó una voz al fondo del salón. Algunos se comprometieron a indagar más para poder verificar qué tan cierta era aquella idea o si había algo más detrás de este aparente truco.

Como los grandes genios son producto de la curiosidad, los estudiantes consultaron y posteriormente explicaron por medio del concepto de densidad por qué ocurría este suceso y lo relacionaron con las veces en que han mezclado agua y aceite en sus cocinas. Un experimento tras otro los fueron motivando a ser más participativos y argumentativos, y transformaron el aula y sus hogares en acogedores laboratorios donde ellos hacen ciencia, donde se convierten en pequeños científicos y actores activos en su aprendizaje.

Algo tan simple como mirarse en una cuchara por sus diferentes lados fue motivo para generar en ellos la pregunta sobre por qué en una cara la imagen se proyecta al derecho y en la otra al revés. Fue fascinante ver como ellos querían que desde la ciencia se diera respuesta a sucesos de la vida cotidiana y como también en ocasiones buscaban otra forma de experimentar para ver si los resultados se alteraban o no.

De este mismo modo, en los conversatorios se podía escuchar cómo aterrizaban sus ideas al entorno mencionando sucesos que ocurren en su medio para ejemplificar las explicaciones de sus compañeros y docentes, y, en ocasiones, para compararlas con los experimentos, como por qué algunos insectos caminan sobre el agua sin hundirse y por qué los ríos se secan.

Hay un viejo proverbio danés que dice a quien teme preguntar le avergüenza aprender. A estos jóvenes sí que les gusta hacer preguntas, y es por esto que utilizamos el preguntón como estrategia que permite cuestionarnos sobre cualquier tema, y aquel se ha convertido en un aliado esencial, pues nos ha permitido conocer los intereses de los educandos, y a partir de allí también se articulan temas a la clase, haciendo de esta un espacio entretenido e interesante, pero también activo y proactivo.

La Alianza ERA ha sido de gran importancia, pues no solo nos ha dado recursos pedagógicos, sino que asimismo ha dotado nuestra sede con un magnífico laboratorio, donde ahora todos podremos ponernos la bata e introducirnos de una forma más segura y completa en el bello mundo de la ciencia.

Ellos se sienten orgullosos. Unos se creen profes y otros dicen que irán a la Nasa, lo cual a futuro es una bella posibilidad. Pero lo que sí es cierto ahora es que los estudiantes se han vuelto curiosos, participativos, manejan un mejor discurso…, ¡y las profes…!, ah, las profes estamos muy orgullosas de ellos y de su potencial, ya que también nos llevaron por el camino del aprendizaje y de su fortalecimiento, pues hay ciertas cosas que desconocíamos y que por medio de estas actividades también pudimos aprender.

Agradezco infinitamente a mis estudiantes, que hacen posible estas bonitas experiencias: son jóvenes brillantes que serán en un futuro la mejor versión de sí mismos. Gratitud a la profesora Ángela Rivera, quien ha estado conmigo en todo este bello proceso y ha motivado desde sus áreas a estos jóvenes.

Anhelo que todos los docentes de Colombia puedan replantear o fortalecer sus prácticas pedagógicas para el bienestar de nuestra razón de ser: los estudiantes. Los invito a no desfallecer, a persistir y acercar a los estudiantes a la ciencia, para que la vean como algo real y fortalezcan otros aspectos, como las relaciones interpersonales y el respeto por la palabra y la opinión del otro.

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