Sede Aguacatala, Institución Educativa Rural Morelia
Sede Aguacatala, Institución Educativa Rural Morelia
Soy Gloria, hija del aire, viajera en busca de libertad. Nací en Santa Bárbara, Antioquia, pueblo altivo y laborioso, entre verdes montañas, olores a campo y sonidos del viento. Mi infancia transcurrió entre juegos llenos de imaginación y complicidad. Luego llegué al municipio de Fredonia, tierra de hombres libres, donde aprendí que la existencia es en esencia la forjadora del ímpetu y la autonomía. Y en este recorrido aparece mi madre, un ser majestuoso que orientó mis pasos hacia la experiencia de enseñar. Hoy, desde Concordia, puedo decir orgullosa “¡soy maestra!”. Porque he conectado y tejido nuevos saberes que acompañan mis pasos a los paisajes rurales en busca de esos ojos pequeños e inquietos que persiguen el anhelo de felicidad.
Te llevaré de viaje al municipio que recibe a sus visitantes con el aroma del café y con atardeceres que se funden en el infinito cielo. Aquí las personas dibujan una sonrisa a los recién llegados, y es por eso, y mucho más, que el que pisa esta tierra deja parte de su corazón como muestra de agradecimiento.
Mi gratitud hacia Concordia es infinita, porque me ha formado como maestra. Aquí he aprendido a valorar cada pequeña experiencia, a percibir en los ojos de los niños el anhelo permanente de un mejor mañana. Y es en esta ruta donde encontré a la Alianza ERA, pieza fundamental de este viaje del saber.
Estos seres humanos maravillosos, de color celeste, han influido positivamente en mi cualificación docente; ellos, con paciencia, dedicación y humanismo, me han contagiado el amor a la pedagogía, y en particular a las metodologías activas en escenarios rurales, donde cada persona, movimiento, animal, planta y elemento de la naturaleza se convierte en fuente de aprendizaje. Adicionalmente, me han enseñado que para aprender es necesario conectar saberes a través del encuentro con el otro, y así, por medio de esta unión, es que se ha gestado la permanencia de lo humano en la tierra, fundiendo mente y corazón.
Y como dice el refrán, al mal tiempo buena cara. Fue durante el periodo de pospandemia, con el regreso de los niños a la escuela, cuando percibí en ellos una carencia relacionada con la forma en que interactuaban con sus pares. Este comportamiento me llevó a reflexionar sobre la importancia de fomentar las competencias socioemocionales en mis estudiantes. Por lo tanto, necesitaba profundizar en el tema mediante la aplicación de un instrumento que me diera información sobre la situación emocional de los niños.
Entonces, utilicé una entrevista con la participación de las familias y el semáforo de las emociones, donde los niños coloreaban lo que habían sentido durante el tiempo de pandemia. Analizando los datos concluí que el miedo a la muerte estuvo siempre presente, la tristeza invadió sus corazones porque no podían compartir con sus compañeros, la rabia se instauró como mecanismo de defensa por sentirse presos, y la alegría, por el contrario, obtuvo resultados poco alentadores. Y como mañana será otro día…
Me desperté con una idea de esas que iluminan hasta el lugar más recóndito y oscuro, y recordé que en la sede educativa Aguacatala, desde el año 2019, se habían dado los primeros pasos para que los estudiantes planearan las actividades de conjunto; pero, por las circunstancias del trabajo en casa durante la pandemia, habían tenido que ser suspendidos. Entonces, a partir de esta estrategia del gobierno estudiantil me propuse fortalecer las habilidades socioemocionales de los estudiantes mediante la integración de actividades que permitieran el autorreconocimiento y el desarrollo de la inteligencia emocional. Como lo expresa Gardner, “aprendes lo mejor que puedes cuando tienes algo que te importa y en lo que te gusta participar”.
Pude constatar que las apariencias engañan, pues la mirada de los niños y sus acciones nos revelan verdades ocultas que es necesario descubrir. Por consiguiente, es la sagacidad del maestro la que se pone a prueba diariamente, y cuan águila audaz encuentra en lo imperceptible la presencia de esas emociones, que en ocasiones permanecen ocultas alterando el rumbo de la existencia, con matices de luz y sombra.
En este recorrido no podía dejar de lado el reconocimiento del cuerpo como primer territorio de emociones, donde se conecta con lo más profundo del ser y se encuentra nuestra esencia, esa que nos hace recordar que somos humanos imperfectos y que aprendemos en cada circunstancia de la vida. Así, paso a paso, nos fuimos acercando al territorio de emociones, donde nos hicimos conscientes de que nuestro cuerpo no solamente se mueve y piensa, sino que también siente, y lo hace de diversas maneras. Por lo tanto, el lenguaje fue nuestro aliado para darle nombre a cada uno de esos sentimientos, y en este sentido fue un acto de valentía que los niños expresaran lo que sentían, comprendiendo que su cuerpo es ese gran tesoro que guarda múltiples emociones, y que, al vaivén de la vida, cuando un sentimiento visita su cuerpo, es necesario conservar la calma y volar en busca de la regulación y la autogestión, aprendidas precisamente con el autorreconocimiento.
Ahora sí, continuemos con esta travesía, donde las actividades de conjunto se convertirán en la brújula y marcarán el norte de nuestra experiencia. Causa gran emoción el entusiasmo y el liderazgo de mis estudiantes en la planeación, ejecución y evaluación de las actividades. Ellos pusieron a prueba el trabajo colaborativo compartiendo cada martes y jueves el conocimiento con sus compañeros y la profe; este tejido del saber fue hilando la participación como ciudadanos, haciendo uso de la dimensión espiritual, corporal y cognitiva, y, través del círculo como símbolo celestial de armonía, se gestaron encuentros sagrados de hermandad.
Qué valioso fue que los niños reconocieran que son personas integrales, capaces de afrontar los retos trazados por la vida mediante valores tan importantes como la responsabilidad, la autonomía, el trabajo en equipo, el arraigo cultural y otros más que abren la puerta para el liderazgo positivo, tanto dentro como fuera del aula. En consecuencia, la evaluación nos aportó elementos fundamentales para esta aventura del saber; ellos reconocieron que las emociones les ayudaron a comprender que los seres humanos sienten de diferentes maneras, además de la oportunidad que tienen para relacionarse con otros integrando el valor de la escucha y el respeto por sus opiniones.
Y no creas que este viaje ha terminado aquí, pues… la constancia vence lo que la dicha no alcanza, y será la persistencia el motor para continuar con la ruta ya trazada, permitiendo que las familias de la sede educativa también participen de esta experiencia como manifestación de la esperanza de entornos escolares y familiares que sean promotores de refugios de paz. Y, si te animas, camina este sendero, no te arrepentirás.