Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

Pequeños migrantes, leer en la adversidad

María Yelania Sánchez López

Sede Canal Cuatro, Institución Educativa Rural El Cerro

Soy una mujer nacida en un territorio ubicado en una esquina de Colombia, también conocida como la tierra prometida. Carepa, en emberá katío, significa ‘papagayo’. Tierra multicolor donde el sol se funde con las grandes extensiones de banano y su gente alegre. Vivo comprometida con todo lo que está a mi alrededor, apasionada por el servicio, entregada, fuerte, agradecida con todo lo que he obtenido y he aprendido. Cada mañana me levanto decidida a aportar un granito de arena en el empoderamiento del ser, y es que soy fiel creyente de que se pueden transformar vidas desde el amor.

Pequeños migrantes, leer en la adversidad

“El que ama la lectura tiene todo a su alcance”.
William Godwin

He dedicado los últimos cinco años de mi vida a la educación y al desarrollo de las mentes jóvenes. Con una pasión innata por el aprendizaje y el crecimiento, he acumulado experiencia a lo largo de este tiempo. Comencé mi carrera como maestra en una institución educativa rural enseñando las áreas básicas. Con el tiempo, mi compromiso con la educación me llevó a vivir una experiencia nueva en otra comunidad. He tenido la oportunidad de trabajar con estudiantes desde niños, en sus primeros años de escolaridad, hasta adolescentes. Mi enfoque pedagógico se ha centrado en fomentar la curiosidad, el pensamiento crítico y la resolución de conflictos. Además, he colaborado con colegas para mejorar constantemente mi práctica docente y he aprendido de mis estudiantes y de mis compañeros. Mi pasión por lo que hago le da propósito a mi vida.

Esta aventura comenzó el 1.º de febrero del año 2022 en la mañana, día en que llegué por primera vez al CER Canal Cuatro, sin imaginar que aquellos niños a los que yo educaría me dejarían tanto aprendizaje.

Finalizando el mes llegó un mobiliario que mis estudiantes y yo estábamos necesitando, debido a que el que teníamos no estaba en buenas condiciones. Este fue el inicio del cambio, y es que para mí era un reto trabajar con seis grupos, pues no sabía cómo enseñar con calidad a diferentes grados. Esta dotación permitió que los niños ya no se sentaran de forma individual, sino que compartieran mesa con otros, como lo propone la metodología escuela nueva, y que pudieran apoyarse los unos a los otros, socializar más, contar sus historias personales. Esto ayudó a fortalecer sus habilidades sociales y a construir amistades. De igual forma, comencé a implementar las actividades de conjunto para que los procesos fluyeran y hubiera más apropiación entre los niños.

Al hacer un diagnóstico me di cuenta de que algunos estudiantes tenían una base fortalecida en comprensión lectora y matemáticas, y fui consciente de que necesitaban otras estrategias que no fueran traumáticas, pues estaban asumiendo un cambio de maestro. Así que comencé con los que tenían la capacidad y el potencial para desarrollar sus habilidades lectoras, y decidí quedarme tiempo extra para reforzar sus conocimientos y fortalecer las destrezas que quizás ellos no sabían que tenían.

El 22 de abril la comunidad se enfrentó a una situación devastadora: intensas lluvias provocaron inundaciones repentinas que obligaron a las familias a abandonar sus hogares. La magnitud de la inundación fue tal que muchas familias perdieron gran parte de sus pertenencias. Lo más preocupante de esta tragedia fue el impacto en los niños, los abuelos y las mujeres gestantes, pues las aguas retenidas les causaron enfermedades. La exposición a condiciones tan adversas tuvo un efecto significativo en su salud física y emocional, lo que me recordó la importancia de acompañar a los más desprotegidos.

Las consecuencias de las inundaciones provocaron que muchas familias se vieran obligadas a invadir terrenos aparentemente baldíos en la Comunal El Diez, a quince minutos en moto de Canal Cuatro, en busca de un lugar mejor para vivir. Mi preocupación como educadora era garantizar que sus derechos, especialmente a la educación, no se vieran afectados por esta difícil situación de desplazamiento.

Comencé a elaborar talleres y guías educativas que pudieran ser implementadas en estas circunstancias adversas. Mi objetivo era brindarles a los niños la oportunidad de continuar aprendiendo, incluso en medio de la incertidumbre y la inestabilidad. También, mantener un espacio seguro y adecuado para el aprendizaje. Fue un desafío, pero ver el deseo de aprender y la determinación de estos niños me inspiró a garantizar que su proceso educativo no se viera truncado por las circunstancias en las que se encontraban. Me desplacé para la invasión y allí hice la entrega de guías educativas y, junto con unas palabras de aliento, les recordé que, a pesar de las adversidades, los sueños y la educación son tesoros que nadie puede arrebatarnos.

Comprendí que debía reinventarme para seguir dando clase en un lugar donde no había nada. Bajo un árbol, a la intemperie y sin nada que se pareciera a un aula, inicié mis clases con el suelo como tablero y unas tablas como sillas provisionales. Con la necesidad de tener un espacio donde los estudiantes pudieran continuar recibiendo sus clases, convoqué a la Asociación de Padres para adecuar al menos un lugar donde ellos no se mojaran. Poco después ya teníamos una escuela, construida con techo y paredes de plástico, donde no nos asoleábamos y tampoco nos mojábamos. “¡Ya tenemos escuela!”, eso decían mis niños con una sonrisa. “¡Ahora no nos vamos a mojar!”. No había mejor recompensa para mí que verlos brincar de felicidad, motivados y más que listos para recibir sus clases. Aunque no eran las mejores condiciones, para ellos lo era todo comparado con la situación en la que estábamos días atrás. Ni siquiera el techo que volvió a caerse logró desmotivarnos: estábamos preparados para reconstruir.

La biblioteca que llegó tiempo después gracias a la Alianza ERA hizo brillar los ojos de los niños con la promesa de aventuras inexploradas, y sus sonrisas reflejaban la felicidad pura que sentían al sumergirse en las páginas de los libros. El entusiasmo de los estudiantes era evidente, una chispa de emoción iluminaba sus rostros cada vez que leían. La biblioteca permitió que, a pesar de las circunstancias, exploraran otro mundo a través de las letras, otras realidades diferentes a las que ellos conocían. Como dice aquel refrán, quien un buen libro tiene al lado no está solo, sino bien acompañado.

Entonces, me di cuenta de que este amor por la lectura debía ser alimentado. Todos querían leer, todos deseaban compartir sus descubrimientos y emociones. Así que decidí que la primera hora de clase de cada día sería sagrada para la lectura. No importaban las limitaciones e incomodidades, lo que importaba era el deseo de sumergirse en las historias que esperaban en las páginas de los libros.

Esta práctica diaria fortaleció el hábito de la lectura por placer. Muchos estudiantes devoraron casi todos los cuentos que teníamos a disposición, y algunos comenzaron a aprenderlos de memoria. La lectura se convirtió en una parte fundamental de sus vidas, una fuente constante de alegría y conocimiento. Los niños se aferraron a la biblioteca de la escuela como su lugar seguro.

Poco a poco fuimos movilizando lo que era la escuela en Canal Cuatro y adecuando esta aula al aire libre con mobiliario, materiales didácticos y estanterías para proteger el tesoro que son los libros. Si bien no era lo que soñábamos y teníamos la escuela al hombro, la ausencia de paredes, techo y tablero no impedía que cumpliéramos la misión de educar: salvarnos de la indiferencia.

Por temas legales, la comunidad fue reubicada nuevamente en un lugar que parece ser permanente, pero que no cumple con las condiciones de habitabilidad. Al terminar el año la escuela migrante Canal Cuatro se cerrará y los niños también serán reubicados en otra institución, donde tendrán que afrontar no la intemperie, sino el cambio de modelo, de docente, de rutinas. Reflexionando sobre el pasado y mirando hacia el futuro, tengo la certeza de que todas las experiencias y desafíos vividos quedarán guardados en mi memoria y en la de aquellos que han sido cómplices. Las lágrimas de alegría y de tristeza que compartimos tejieron un vínculo indestructible entre nosotros. La perseverancia y el entusiasmo de los estudiantes son inspiradores y reflejan su deseo de superarse a pesar de las adversidades. Serán grandes donde estén, su poder no está aferrado a un lugar.

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