Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

Una cosecha prodigiosa

Adriana María Arboleda Velásquez

Sede Santa Bárbara, Centro Educativo Rural Luis Felipe Restrepo Herrera

 

Nací en las montañas pueblorriqueñas. Allí transcurrió mi niñez entre gentes honradas que labran la madre tierra para alimentar con ella la esperanza de un pueblo. Por esto amo el campo y todo lo que en él se gesta. La literatura ha sido el motor de mi vida, pues en ella me he dado la oportunidad de soñar mundos posibles, y considero que tiene el encanto de formar la mente y el corazón. Me gustan las flores y el canto de las aves, caminar y sentir el aire fresco. Soy una maestra por vocación. Una mujer que ama lo que hace y ve en la educación la oportunidad de ayudar a otros. Que las huellas de mis pasos no se borren con el tiempo.

Una cosecha prodigiosa

Si tienes una semilla, ¿qué es lo primero que debes hacer? Pues muchos dirán: “Sembrarla, regarla, abonarla, darle amor…”. Otros, más reflexivos, pensarán: “Depende de la semilla, pues no todas las semillas son iguales, unas necesitan de condiciones distintas para crecer y dar sus frutos”.

Hoy quiero presentarles la semilla del café, una muy conocida en nuestras tierras cafeteras; esa que después de un largo proceso nos acaricia el paladar, nos reúne con amigos, nos activa las neuronas, nos relaja, nos calienta en las mañanas…

Así mismo, a manera de semilla, es la lectura, escasa en nuestros tiempos, pero hermosa cuando la cultivas. Al igual que la del café, nos despierta la mente, nos reúne con amigos para encontrar otras voces, nos hace más sensibles, más libres, más humanos.

Ahí, en medio del azahar de sus cafetos en plena flor, del reverdecer de sus granos aferrados a la esperanza de madurar y a la alegría que produce para sus habitantes el rojo de aquellos frutos, se encuentra la escuela Santa Bárbara, y, a su alrededor, las familias, todas ellas con amplia tradición campesina y que por generaciones han acariciado las montañas en busca del sustento; manos de hombres y mujeres laboriosas que han contribuido al desarrollo del Municipio Dulce del Suroeste, Pueblorrico.

En ese campo trillado de esperanzas, de anhelos y de sueños, de luchas y fracasos, nace, germina, o como quiera decírsele a la primera experiencia bibliotecaria rural municipal, que busca contribuir al desarrollo de la comunidad, del municipio mismo y, por qué no, del país, pues se fundamenta en el dicho que reza de poetas, cantantes, trovadores y locos, todos tenemos un poco.

“Semillando por las montañas de mi tierra” involucra a los niños y niñas, padres, abuelos, pues todas sus voces son importantes, todas unidas formarán una sola voz, la voz de una comunidad que ha aprendido a darles matiz a sus vivencias, a sus pensamientos, que a su vez hacen eco con otras voces, las voces de los libros, de esos que tiene muchos Secretos para contar.

—Profe, profe, hoy me toca a mí.

—No, profe, él se lo llevó ayer, yo me lo quiero llevar hoy.

—Jhosep siempre se lo quiere llevar: no es justo, profe.

Jhosep es un niño de cinco años, cursa el grado preescolar y siempre quiere que un objeto lo acompañe a casa. No es muy costoso, no es un juguete, tampoco es un balón ni un juego virtual: es un canasto, de esos pequeñitos que te dan cuando eres un niño campesino, te lo dan tus padres o te lo rebuscas tú para ir a recoger la bendita cosecha. Pues bien, Jhosep ha recogido su mejor cosecha a sus cinco años: ama los libros, y pide que le lean dos o tres veces la misma historia, pero, no contento con eso, ha aprendido a decodificar para ser él mismo quien lee sus propias historias.

En un pasado no muy lejano, era evidente que, al igual que las plantas cuando no tienen nutrientes, los procesos lectores estaban en estado crítico: una apatía constante por la lectura, niños con dificultades para comprender…; sin dejar de lado el arrume de libros a la espera de ser acariciados, olfateados, deleitados en aquella estantería que, si se descuida, con el tiempo llega a convertirse en el hogar de cucarachas y arañas.

Fueron las voces de los abuelos, de los padres, de los niños y niñas, y mi propia voz, las cuales, queriendo encontrar un lugar para dialogar con otras voces ausentes y presentes, vieron la posibilidad de cosechar ideas. Así estructuramos cuatro momentos importantes:

La siembra. Los niños y las niñas, a través de un canasto cafetero (a manera de maleta viajera), llevan a todas las familias de la localidad libros, para que estos sean leídos, comentados, observados, disfrutados en el hogar.

La recolección. Momento para compartir las comprensiones de la lectura y, posteriormente, escribir o narrar su experiencia a través de dos estrategias: grabar un video contando sobre el texto leído y escribir en la bitácora de viaje (cuaderno viajero) sobre la experiencia literaria o sobre otras que se suscitaron alrededor de la lectura.

La molienda literaria. Momento de compartir con las familias y la comunidad en general sobre los textos a través de tertulias literarias, en las cuales la oralidad de los abuelos puede ser una fuente de enriquecimiento.

Soñamos a futuro, en la próxima cosecha, tener una sala de lectura para sentarnos y hablar de la vida, para tomarnos un tinto y ser mejores amigos. También, con que cada familia construya su propia biblioteca familiar, brindándoles un lugar privilegiado a los textos, para que estos no se escondan más bajo el colchón, en el escaparate o la caja de cartón. Todo esto con el ánimo de darle valor significativo al texto escrito, promoviendo su cuidado y asignándole un lugar en la familia como miembro importante para el crecimiento y desarrollo intelectual.

La comercialización. Buscamos ser el referente para que otras comunidades rurales se inspiren, trabajen en equipo y muestren el campo como escenario fundamental para gestar importantes cambios en la construcción de país.

El cafetal se ha renovado y viene dando sus primeros frutos. Lo hemos abonado con las estrategias propuestas por la Alianza ERA, que nos han ayudado a conocer el contexto por medio de la cartografía del territorio y el reconocimiento de la importancia del tejido social y de cómo las comunidades pueden enriquecerlo con sus conocimientos ancestrales. Los libros de la Fundación Secretos para contar han contribuido al desarrollo de la estrategia “Semillando por las montañas de mi tierra”, como también lo ha hecho la Colección Semilla, del Ministerio de Educación Nacional. Ambas instituciones han permitido una mayor interacción con el texto impreso.

El canasto y la semilla pueden ser distintos (mochila, morral, maleta, baúl), pero el objetivo siempre común. Como maestros bibliotecarios rurales, podemos aportar a la construcción de país desde una humilde pero sentida labor que haga volver la mirada sobre aspectos esenciales de la vida: el territorio, la familia, la palabra, el respeto, la justicia… Los libros son el medio, son la excusa. La meta la ponemos nosotros.

Habrá cosechas con buenos recolectores, muchos con abundantes granos en su canasto, y otros que se llevan una sola semilla, pero lo más importante es que hemos trasegado los caminos de la lectura, la palabra y la reflexión.

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