Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

Mapa rural: una historia de exploración, tejido y conexión

John Arley Escobar Dorado

Sede Posprimaria Rural Manuel Escobar Arango, Institución Educativa Rafael Uribe Uribe

Nací en las montañas andinas del sur de Colombia, acunado siempre por el sol del guaico y perfumado por los olores cítricos de la naranja, moliendas de café y caña panelera. Soy el menor de cuatro hermanos, querido y queriente de todos los míos y las mías, aquellos por los que fui, soy y seré. Padre de dos hermosas constelaciones, que llenan con sus estrellas mi vida de luz. Me formé en el oficio de entender a los bosques y sus maderámenes, pero la vida, con sus recovecos del destino, me guio por el sendero de la educación, que, por demás, aún sigue ligada al campo, a su naturaleza y a los jóvenes que viven y aprenden allí.

 

Mapa rural: una historia de exploración, tejido y conexión

Eduardo Galeano dijo alguna vez: “Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”, una frase bellísima que resume cómo los seres humanos nos entrelazamos unos a otros a través de nuestras experiencias en un medio en constante cambio. Ese medio que nos envuelve y nos cobija va moldeando nuestro ser y transforma lo que somos. Mi nombre es John Arley Escobar Dorado. He trabajado toda mi carrera docente, más de una década, en el sector rural. Actualmente laboro en la sede Manuel Escobar Arango de la Institución Educativa Rafael Uribe Uribe, de Valparaíso. A inicios de mayo de 2018 viajé por primera vez a este municipio. Estando próximo a llegar, dos grandes montañas se abrieron frente a mis ojos, y maravillado pregunté a una persona desconocida que viajaba a mi lado en el transporte público:

—¿Cómo se llaman esas montañas?

—Les dicen los Farallones de La Pintada —me respondió sin atisbo de asombro, como a quien ya no lo sorprende nada. Yo, por el contrario, estaba impresionado por los paisajes nuevos, muy diferentes a los del sur de Colombia, de los cuales provengo.

Mis días como docente rural no pudieron empezar mejor, pues las familias fueron receptivas a mi llegada y a un nuevo comienzo para su sede de posprimaria rural. Con el pasar del tiempo, conocí y percibí muchas de las dinámicas del entorno y fui realizando mi articulación a la comunidad. Una de las apreciaciones fue el desarraigo y la falta de apropiación de los estudiantes por su territorio, y su sentir como jóvenes rurales. Situación que se notaba en el poco conocimiento que tenían sobre lo que los caracterizaba como comunidad, las potencialidades, fortalezas y debilidades. Desde el ámbito educativo miré esto como una gran oportunidad para generar impactos de aprendizaje desde diversas perspectivas en los chicos y sus familias.

Fue así como en el año 2021, al inicio de la nueva normalidad, empezó el proyecto llamado “Mapa rural: una historia de exploración, tejido y conexión”. Con él se buscó fortalecer en los estudiantes el arraigo por su territorio por medio de la condensación de diversa información veredal con escritos, videos, pódcast y fotografías en un mapa digital. Este llevaba marcados sus lugares de residencia, sus ríos, sus bosques, los efectos e impactos que como actores dinámicos de sus veredas han causado, sus historias de familia, sus sentires, sus hallazgos y demás información que ellos creyeran pertinente. Porque, como dice el refrán, nadie sabe lo que hay en la olla más que el que la mueve.

La herramienta digital utilizada fue Google Maps, la cual permitía, por medio de My Maps, subir a la web toda la información recogida por los estudiantes. La decisión de trabajar con esta app se debió al fácil acceso, pues como mínimo en cada familia había un smartphone con esta ya instalada. Esto fue de gran ayuda para que los estudiantes interactuaran con la cartografía.

Debo confesar que son muchas las historias con las cuales cada mañana me esperan mis estudiantes apenas ingreso al aula:

—¡Profe, mire que en el camino casi me muerde un perro, pero yo me defendí con un palo al mejor estilo de un espadachín!

—¡Profe, hoy tendré que caminar como dos horas, pues a mi papá se le dañó la moto!

—¡Profe, le cuento que casi completo mi ahorro para poder comprarme el celular que tanto quiero!

Siempre me ha gustado escuchar a mis estudiantes, conocer sus sentires y disfrutar de sus historias, pues oír es atender y entender al otro.

Según el censo 2018 del DANE, en Colombia unos 2,2 millones de niños y jóvenes entre 10 y 19 años habitan la zona rural. Algo evidente en nuestros muchachos es cómo las perspectivas y ganas de prosperar se enfocan en migrar hacia ciudades más grandes y con mejores oportunidades de vida, dejando atrás sus raíces y convirtiéndose en seres que prefieren el asfalto a las bellas montañas y ríos de aguas cristalinas. Para ellos, Medellín es la panacea que aliviará todos sus males, y los convertirá en las personas exitosas de las redes sociales, seres que supuestamente lo tienen todo. ¡Nada más alejado de la realidad!

En el proyecto se realizaron talleres desde el aula, desde la casa y a través de visitas guiadas por el territorio, con metodología STEAM, la cual articula las ciencias, la tecnología, la ingeniería, las artes y la matemática con el fin de buscar la solución a una problemática en particular. Asimismo, el trabajo se enfocó en el fortalecimiento del ser y sus dimensiones cognitiva, social y comunicativa, al concebir al estudiante como el centro del aprendizaje, contribuyendo a empoderar principios como el de la experiencia natural y el diseño del ambiente, y, desde la práctica docente, al del buen maestro.

Es importante mencionar que la comunidad participó generando relatoría a través de líderes sociales, los cuales asistieron a foros donde se enseñaba la historia de la vereda, se analizaba el presente y se imaginaba el futuro.

En ciertos momentos, los participantes mencionaban cómo habían comprendido la estructura de su vereda, y las cosas que en ella se tenían. Por ejemplo, Jesús, niño inquieto y habilidoso, decía que había conocido otras veredas, sedes y jóvenes que por su lejanía eran de muy difícil acceso para él, y que, gracias al mapeo, ahora sentía hacia ellos un poco más de familiaridad.

Ahora se atreven a plantear actividades de continuidad del proyecto, como estudios de aviturismo, relatorías sobre impactos de la violencia rural y la idea de iniciar la realización de monografías veredales. Lo anterior, y muchas otras cosas, es clara muestra de lo significativo del trabajo ejecutado.

Estimado profe, tan solo saber de su gran labor frente a otra vida ya lo hace digno del mayor de los respetos. Sé que las ideas en su cabeza son una gran máquina, que trata de recorrer caminos con una fuerza inconmensurable para avanzar en la enseñanza de sus estudiantes. Lastimosamente, muchas veces los caminos que debemos recorrer no son los mejores: pueden estar llenos de huecos y obstáculos, inclinados y rodeados de peligrosas pendientes; o, por algún motivo, el combustible con el que funciona escasea. Sin embargo, por experiencia propia puedo decir que esas situaciones se mudan en oportunidades para emprender procesos de transformaciones significativas. Lo invito a que lleve a cabo esa idea que hace mucho rato ronda por su cabeza, a que rompa el cascarón que la aprisiona y pueda verla nacer poco a poco. Sé que, en el momento menos esperado, estará lista para dar sus primeros pasos, y, cuando menos piense, desplegará sus alas y empezará a volar como la más experta de las aves.

 

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