Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

El campo, guardián de la seguridad y soberanía alimentaria

León Jairo Gómez Correa

Sede principal, Institución Educativa Rural Juan Tamayo

Mi nombre es León y soy docente de Agropecuarias. Nací y crecí en la ciudad de Medellín y recuerdo que mi padre un día llegó a la casa con unas semillas de café, acacia negra y lechuga. Yo no sabía hacia dónde iba a encauzar mi vida, pues era muy joven, como de 12 años. Mi papá sembró estas semillas en una caja pequeña de madera porque no teníamos un solar o patio. A los días empezaron a germinar estas semillas y recuerdo que me llamó mucho la atención ese proceso, sobre todo los fosforitos de café germinados, y luego su transformación en chapolitas. Me maravilló el crecimiento y desarrollo de las plantas, y me quedé observándolas por algún tiempo. Este fue el detonante para inclinarme por el estudio de las ciencias agropecuarias y desde entonces me enamoré del campo. Pienso que la misión de los maestros rurales es cautivar a los niños y las niñas para que se interesen por el conocimiento y valoren la tierra.

 

El campo, guardián de la seguridad y soberanía alimentaria

Cuando llegué a la escuela, encontré que la actividad principal de donde obtenían sus recursos los pobladores del corregimiento Alfonso López, de Ciudad Bolívar, era el monocultivo del café, y esto tenía unas consecuencias económicas y sociales sobre la población. Al ser un cultivo estacionario, lo normal es que se presenten una cosecha principal y una secundaria cada año, por lo que la población es muy flotante, pues ocurren desplazamientos voluntarios hacia las regiones donde está la cosecha en determinados períodos del año, debido a variaciones en los pisos térmicos, que influyen en los procesos de floración y maduración de los frutos.

Estos desplazamientos se traducen en inestabilidad y falta de continuidad en los procesos educativos, desarraigo de los niños, niñas y adolescentes que conforman las familias, y hasta en la desintegración de las mismas, porque unos migran y otros no, así que se rompen los lazos afectivos y se convierten en grupos disfuncionales, lo cual, en ocasiones, desemboca en abandono.

Con esta problemática en mente, nos pusimos como propósito que la filosofía institucional promoviera la diversificación de los cultivos, para que la obtención de recursos y la generación de empleo se presentaran en otras actividades del campo y así, cuando terminara la cosecha de café, asegurar la permanencia y el arraigo de las familias en el territorio. La apuesta por la seguridad y soberanía alimentaria mediante los proyectos pedagógicos productivos como las huertas familiares, la generación de excedentes que faciliten el emprendimiento, la producción limpia y la modernización de la cultura cafetera con las buenas prácticas agrícolas (BPA), sería la oportunidad para la estabilidad de las comunidades.

Luego de la pandemia y el confinamiento en casa, y teniendo en cuenta los pronósticos hechos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), según los cuales aún persiste la amenaza de una hambruna, desde la escuela vimos una oportunidad para el fortalecimiento de la seguridad alimentaria con la implementación de las guías de aprendizaje. Fue así como el área de Agropecuaria se volvió muy significativa no solo para los alumnos, sino para las familias que se involucraron en los procesos con sus experiencias y conocimientos ancestrales, los cuales compartieron con sus hijos. Logramos la integración de las familias y afianzar los lazos en torno a las huertas y las unidades productivas domésticas. Algunas de las prácticas que promovimos fueron el cultivo de maíz, frijol, frutales, hortalizas y pollos de engorde, además de la conservación y preparación de alimentos, manejo de residuos sólidos y producción de compost, entre otros. La idea era visualizar a la finca como una empresa productora e industrializadora de alimentos y de productos del campo.

El apoyo y los materiales de la Alianza ERA y las colecciones de Secretos para contar entregadas a las familias fueron muy valiosos en este proceso, ya que los niños, niñas y adolescentes tenían en casa material de consulta: textos como Larutanatural, Soñar y cosechar, Los animales y el campo, Planeta vivo (que te inicia en el estudio de las ciencias naturales), El hombre y su cultura (que referencia cada una de nuestras regiones), Lecturas fantásticas, Cuentos para contar, Del campo a la mesa (con sus recetas que nos enseñan a preparar alimentos hasta con las flores), Los secretos de las plantas (¡fantástico!, que nos enseña a curar nuestras dolencias en lugares donde no existe un centro de salud, o está muy distante), Tiempo de hacer (que fomenta el emprendimiento desde los productos agropecuarios y las artesanías), Cuentos para desenredar enredos (que nos ayuda en la resolución de conflictos) y las Bitácoras (que nos guían en el emprendimiento). Todos estos textos nos ayudaron a fortalecer nuestros propósitos.

En nuestras salidas pedagógicas al campo para llevar a cabo las prácticas agrícolas, como la preparación del terreno, la siembra y algunas labores culturales, tuvimos la oportunidad de valorar el trabajo de los campesinos (entre ellos sus padres) y recrear algunas de sus prácticas. Aprendimos sobre la importancia de cuidar el suelo, cómo está conformado y que es un ecosistema donde viven miles de microrganismos gracias a los cuales aquel está vivo. También sobre cómo los macro- y microrganismos juegan un papel fundamental en la transformación de la materia orgánica, que aporta los nutrientes necesarios para que las plantas se desarrollen y generen los productos para la alimentación animal y de los seres humanos.

En el proceso de siembra, apreciamos cómo la maravilla de la vida está latente en una semilla tan pequeña; hablamos de que ya quisieran los científicos hallar algo parecido en la inmensidad del cosmos y reflexionamos sobre nuestro planeta y sobre el hecho de que las diferentes formas en que se expresa la vida son comunes y están presentes en todas partes: la espectacular belleza de una flor y la función que cumple en la sinfonía de la creación de la vida y los frutos; la tarea encomendada a los polinizadores como las abejas y el caos alimentario que desataría su desaparición, lo cual nos hizo pensar en que cada organismo tiene una misión en esta vida. Esto nos llevó a ser más conscientes a propósito del valor, el respeto y el cuidado del medioambiente.

Con esta experiencia pedagógica, cada año hemos motivado a los jóvenes a ser más consecuentes con el campo, a quererlo y valorarlo. Una evidencia clara de esto es que cada año son más alumnos los que se inscriben en instituciones como el Sena y la U en el Campo en áreas de estudio afines a la agricultura y la producción pecuaria.

Asimismo, hemos dado grandes pasos en la generación de la conciencia de que son el conocimiento y la educación quienes permiten más y mejor producción, mejorar el nivel de vida de la población rural y aprovechar racionalmente los recursos naturales en un mundo que cada día crece y demanda mayor cantidad de alimentos. Pero para continuar en esta labor requerimos del apoyo de las autoridades del sector, y de la invaluable tarea que cumplen la Alianza ERA y Secretos para contar a la hora de saldar la deuda social que el país tiene con el campo y las comunidades, sobre todo pensando en el futuro de la población más valiosa: los niños, niñas y jóvenes del campo.

 

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