Sede Belencito, Institución Educativa Rural El Cerro
Sede Belencito, Institución Educativa Rural El Cerro
Soy el aire que genera libertad en su movimiento, que da tranquilidad al panorama. Soy el susurro al oído del ser que te ama, la capacidad de hablar sin decir nada, el valor de la ausencia que no se logra en la presencia, la caricia deseada, el aliento en la mañana y en la desesperanza. Soy la fuerza que mueve sin mostrarse, que empuja y se compenetra con un mundo soñador que te envuelve para hacerte vencedor, más que un simple ganador. Soy la energía que atrae y que va más allá de lo tangible y lo visible. Soy quien te hace vibrar aun cuando quieres escapar, soy quien te aleja de la desolación en un mundo de tanta incomprensión.
En medio de majestuosas montañas e innumerables árboles y quebradas se tejen muchas experiencias y sueños sin contar. También se tejen diferentes realidades y emociones en las que viven los hijos de la vereda Belencito, los estudiantes de primaria de la sede Belencito, quienes sin darse cuenta enseñan con sus acciones diarias la lucha constante por sobrevivir en una sociedad con grandes retos y pocas posibilidades, donde se normaliza el maltrato dentro y fuera de los hogares, la escasez brota y es fácil volverse insensible ante las necesidades ajenas; donde olvidamos que no estamos solos y que en este caminar constante llamado vida podemos sacar lo grandes, valiosos y capaces que somos aun en la adversidad.
Mis negros, como los llamo, no exactamente por el color de piel, sino por cariño, porque es una forma de acercarme a ellos y así conocer un poco más de su mundo, tienen entre cinco y doce años de edad, cada uno con un ritmo de aprendizaje diferente. Ahora ellos también me llaman mi negrita hermosa, y con gesto sonriente los atiendo en sus curiosidades y ocurrencias.
Esta labor te toca al mismo tiempo que tocas fibras, necesitas amor y vocación por lo que haces, te exige parar y revisar detalladamente tus actos al ver el desempeño de tus hijos adoptivos, los estudiantes, quienes consciente e inconscientemente te piden a gritos ayuda a través de gestos y comportamientos en los que es evidente que algo no está bien.
Este es el caso de algunos de mis estudiantes, seres increíbles que se han puesto una coraza para protegerse del contexto en el cual les ha tocado vivir y que desean salir del hueco emocional al cual han sido expuestos por las diversas circunstancias; son como las rosas, que, aunque hermosas, se protegen con sus espinas. Los estudiantes carecen de familias que los cuiden y les brinden amor, viven el abandono de la figura paterna, la ausencia de una madre que debe ir a trabajar para poder llevar el sustento al hogar y el desasosiego de ir en busca de una vida mejor.
Todo lo anterior los carga emocionalmente, y los lleva a tener comportamientos que afectan la sana convivencia en sus hogares, en el salón de clase y también con el medioambiente. Muchos de ellos descargan toda esa rabia e impotencia con las materas del jardín de la escuela, con los animales (agrediéndolos físicamente) y con sus compañeros (dañándoles sus pertenencias y hablándoles de manera inapropiada y violenta). Todos en el aula tienen cargas emocionales que se han atrevido a expresar colectivamente.
A partir de allí tomé la iniciativa de fomentar un conversatorio en el cual cada uno hiciera un análisis reflexivo de su accionar diario con relación a sus fortalezas, sus oportunidades de mejora y la forma en que se ve y quisiera ser visto por los demás. Carl Gustav Jung dice “lo que niegas te somete; y lo que aceptas te transforma”. Esta frase invita necesaria y urgentemente a que reconozcamos lo que nos afecta para iniciar ese proceso de liberación y reconstrucción del yo, del otro y de lo que me rodea.
Dimos paso, entonces, a la iniciativa pedagógica Reconstructores de Valores y Lazos de Hermandad, un proyecto retador que busca contribuir positivamente al cambio socioemocional de mis estudiantes. Es viable porque ellos son los principales gestores y su motivación va impulsando el progreso que ahora poco a poco está trascendiendo el aula.
¡Jum! Pero no todo es color de rosa, esta profesión requiere una lucha constante para hilar cada sentir de los niños y niñas, y no solo dentro, sino también fuera del aula. Hay que buscar soluciones a estas situaciones que van desgarrando el alma de mis estudiantes.
Surgieron propuestas para mitigar esa problemática desde la artística a través del modelado con plastilina y el coloreado de imágenes representativas. También desde otras estrategias como la construcción de textos, el compartir ideas y opiniones, el Cartero entre ellos (y no justamente con los más afines, sino con aquellos con los cuales presentan un poco más de dificultad para compartir), con tarjetas para esos seres amados que se esfuerzan por dar lo mejor de sí pese a sus limitaciones económicas y emocionales, juegos de roles que implican ponerse en el lugar del otro (para sentir y descubrir que, aunque parezca fácil, la vida del otro no lo es tanto), trabajo en equipo y tejido con chaquiras para desahogar las penas y crear un mundo nuevo.
Las lecturas que nos provee Alianza ERA nos brindan la posibilidad de viajar sin un vehículo móvil y leer para entender lo que queremos expresar. Otros materiales posibilitan la exploración y observación del medio en el cual nos movilizamos constantemente como las lupas, que sirven para visualizar en tamaño grande las formas de vida que, aunque diminutas, necesitan del cuidado de nosotros.
Como lo dice Yudis Marcela, del grado cuarto, en uno de sus aportes: “Un reconstructor de valores debe entender que Dios hizo de todo en su creación, que debemos estar dispuestos al servicio del otro y del medioambiente”. Y exclamó con orgullo: “¡Yo soy una reconstructora de valores!”.
Estas expresiones dan la motivación para decir “¡sí se puede!”. Y, aunque no es fácil el camino, podemos continuar reconstruyendo valores y lazos de hermandad en medio de tanta complejidad social y emocional. Además, como dice un viejo refrán, de grano en grano se llena la gallina el buche.
A ti, mi querido lector, jamás dejes de soñar, jamás dejes de ayudar y de creer en las posibilidades de cambio. Siembra, que las cosechas grandes frutos te darán y luego aprenderás a disfrutar cada degustación que la vida te dé.
¡Mi querido educador!, no te canses de guiar, orientar, amar a quien nunca se cansa de enseñar, ese estudiante que con una sonrisa tu cansancio puede sanar y tu vida transformar. No se trata de quiénes somos ni de dónde estamos, lo importante es qué queremos ser y a dónde queremos llegar, y con un poco de ayuda lo podemos lograr. Recordemos: en ti, en mí y en todo está el cambio.
Hoy agradezco a Dios y a la vida por permitirme coincidir con ustedes, mis negros hermosos, mis queridos estudiantes.