Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

Territorio y arraigo

Marta Isabel Monsalve Mesa

Sede Raimundo Rojas Zapata, Centro Educativo Rural Juan de Dios Carvajal

Soy una mujer de origen campesino, de principios inquebrantables, agradecida con la vida por el momento, el lugar y las personas que me dio. Nací en el municipio de Jardín, en una familia humilde y trabajadora. Desde niña el viento arrulló mi sueño, las aves me cantaron las más bellas melodías y la libertad del campo acompañó mi juego; de ahí mi amor por la naturaleza, los atardeceres, el silencio de las noches y mi vocación por las ciencias naturales… En algún momento pensé que sería bióloga, pero la vida me guio hacia una de las profesiones más hermosas: ser maestra. Una palabra sublime. Y aquí estoy, escribiendo sobre lo que hago y lo que soy desde un lugar privilegiado…: la educación rural.

Territorio y arraigo

Siempre he creído que uno está donde tiene algo que aprender o algo que enseñar. Llegar a Las Macanas no fue fruto del azar, en ese espacio me visualicé en el año 2015, pero ese no era el momento; en fin, en el año 2019 fui nombrada como docente del Centro Educativo Rural Juan de Dios Carvajal, sede Raimundo Rojas Zapata, una escuela alejada del casco urbano (una hora en transporte público), a dos mil ciento cincuenta metros sobre el nivel del mar; un lugar poco poblado, pero de gente trabajadora y humilde, con viviendas hechas de madera (en su mayoría) que garantizan un mejor resguardo del frío. A su alrededor se encuentran algunos parches de cultivos extensivos, especialmente de aguacate y gulupa, pero predomina una zona de bosque nativo altoandino y también bosques de regeneración natural o asistida.

Este lugar privilegia la historia y la biodiversidad, una vereda tan antigua como la madera de sus casas más viejas. Desde que llegué allí me hice muchas preguntas… ¿Cuál es el arraigo de las personas que viven aquí?

Me ha costado tiempo desentramar la riqueza de este espacio, y lo he ido haciendo a partir de conversaciones, escritos y otras narrativas de personas que ya no pertenecen al contexto. Esto me ha cuestionado enormemente: ¿cuál es la percepción y la tradición oral que guardan mis estudiantes sobre el lugar que habitan ellos y sus familias?, ¿por qué otros de fuera son los que narran las bondades de este terruño desde tiempos de Manuel Mejía Vallejo?, ¿por qué son las fundaciones foráneas las que mejor conocen la riqueza en biodiversidad de este lugar?, ¿cómo generar identidad de un lugar que no se conoce?

Ante esta necesidad, y observando la curiosidad de mis estudiantes, nace la idea de empoderarlos con el reconocimiento del territorio, especialmente desde dos líneas: la historia de la vereda y el conocimiento de la riqueza en biodiversidad a través de procesos de observación, indagación, registro, y, por supuesto, los materiales sorprendentes que nos han proporcionado la Fundación Secretos para contar y la Alianza ERA (la Bitácora exploradores y Las aventuras de Flora son solo dos extraordinarios ejemplos).

Pero ¿cómo llevarlo a cabo?

¡Hay que crear la cometa y dejarla volar!

En el año 2022 comenzamos con una recopilación de las memorias históricas de la vereda, una especie de Cuaderno Viajero cuyo primer capítulo llamamos “Los mitos y las leyendas de Las Macanas”. Posteriormente, el segundo capítulo de estos relatos se denominaría “Las Macanas antiguas: relatos históricos”. Todo un proceso que reunió varias generaciones en torno a la tradición oral que se estaba perdiendo, quizás por los afanes del mundo moderno, que acerca a los ausentes y aleja a los presentes a través de redes sociales y un aparato que pareciera más una extensión de nuestras manos que una herramienta de comunicación. En fin, son diversas las razones por las que ya no se estaban contando historias y estas se estaban quedando en una generación (los abuelos de mis estudiantes).

Pero en esta vereda hay tanto por decir y tan poco que olvidar… Tal vez es el amor por un lugar el que hoy escribe este texto, y enamorarme de este espacio fue lo que tuve que aprender durante tres años. Ahora, orientar a mis niños para que conozcan, quieran y protejan el lugar que habitan es lo que creo les debo enseñar. En este sentido, conectar con el pasado no era suficiente, y, por eso, en este 2023 comenzamos con la exploración de las especies vegetales y animales de importancia ecológica en el territorio a partir de un proceso de indagación, ya que nadie ama lo que no conoce y nadie cuida lo que no ama. Aquí es donde empiezan a surgir las ideas de una maestra que ama las ciencias naturales y a la que le gusta crear curiosidad y asombro en sus estudiantes…

Un día ¡eché a volar la cometa!, dejé que esa idea de proyecto pedagógico cogiera más forma; nació así un grupo llamado Guardianes del Bosque Las Macanas, y ahora constantemente estamos resolviendo misiones (“las abejas vienen a la escuela”, “los guardianes informamos”, “entomólogo por un día”), misiones idóneas para un explorador-indagador del territorio. La emoción que empodera a los niños es compartida con sus familias, aprenden de la vida, de su riqueza, narran y registran para otros y para ellos mismos, se reconocen dentro de un lugar privilegiado. Son el centro del aprendizaje. Es común escucharlos hablar en términos de protección de su lugar de hábitat, han agudizado su capacidad de observación, indagación, de correlacionar y registrar.

Falta mucho por escuchar, decir y escribir, posiblemente sobre los momentos de una vida social difícil en la época de La Violencia, quizás volver a conectar con esos abuelos que albergan en su recuerdo tanta sabiduría, vincular con el otro que tengo a mi lado y desconectarme de otras cosas menos indispensables. Aún hay mucho por registrar, una construcción colectiva sobre el mapa veredal, una monografía o los emprendimientos que ahora forman parte del cotidiano de esta comunidad.

Respecto de la biodiversidad, la oportunidad nos ha encontrado preparados, ya se están estableciendo alianzas con fundaciones que buscan la protección de los seres guardianes de nuestro bosque, como el oso de anteojos, el águila crestada, el puma, el olinguito y otros tantos. Con mucha satisfacción me doy cuenta de que a donde el corazón se inclina el pie camina y ¡la cometa sigue volando! Hasta aquí se ha entretejido un conocimiento sobre el lugar desde donde existen y al cual se deben.

Qué satisfactorio es decir que unos niños pequeños se han ido convirtiendo en investigadores, que observan y registran lo que representa el lugar donde cohabitan; esta es una experiencia que nace por la necesidad de un territorio de ser leído, y por eso toma tanto significado para un niño, porque es su espacio, porque se identifica en él. Pienso que todos los lugares merecen ser leídos y escritos en las memorias de quienes los habitan, y, si son niños de una escuela rural, estén seguros de que esta escritura se vuelve magia.

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