Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

Sembrando y aprendiendo de las bondades de mi tierra

Paula Andrea Jiménez Flórez

Sede Principal, Institución Educativa Rural Valentina Figueroa Rueda

En el Paraíso Escondido, reino de la granadilla y el queso dulce, nace una niña con raíces campesinas. Desde hace muchos años he pedaleado con avanzadas firmes por caminos rurales que con ascensos, descensos y planicies fortalecen mi espíritu y vocación de maestra.

Este trasegar ha sido una contrarreloj, donde cada embalaje para pasar por el puerto y llegar a la meta me ha permitido ganar premios de montaña. Quizás sea como el ave Fénix, que surge de las cenizas y se hace cada vez más fuerte. Mis hijas son como el día y la noche, describen las etapas de mi vida, y mi esposo, mi polo a tierra. Dicen que Dios les da las batallas más duras a sus mejores soldados.

Sembrando y aprendiendo de las bondades de mi tierra

Aquí les voy a contar un cuentico que esta escuela hace; pero no es cualquier cuento, es un cuento de verdad, que tiene inicio, pero no tiene final, tiene un tiempo, un lugar y muchos personajes de los cuales quiero hablar.

Érase una vez en la vereda Pavón, territorio marcado por el conflicto armado, una comunidad desarraigada que no le daba el suficiente valor a su tierra, su herencia y raíz. Estas familias, en su mayoría, no cultivaban productos para suplir su canasta alimenticia y estaban acostumbradas a comprarlos.

Habían perdido su vocación campesina. Eran familias que habían retornado a su terruño después de algunas situaciones de orden público en las que la violencia había marcado su pasado.

Cuando llegué allí, soñé un lugar lleno de magia y color, un espacio de niños empoderados, amantes de la naturaleza y con ganas de quedarse en su territorio, para que allí pudiéramos construir una cultura de emprendimiento que les generara conocimientos para formar empresa en su comunidad, y así no tuvieran la necesidad de ir al pueblo o a la ciudad a conseguir su alimento, que pudieran continuar sus estudios en carreras afines a su vocación agropecuaria.

Cada día me levanto con estas grandes expectativas y salgo hacia mi escuela; me monto en mi bicicleta, inicio el pedaleo de forma firme y segura, con la meta en mente y sintiendo el frío de mi Paraíso Escondido. Desde el primer día comencé con estrategias sobre el aprovechamiento del contexto, partiendo de la premisa fundamental del trabajo por el campo y para el campo, y de la necesidad de explorar el potencial a través del trabajo en la huerta escolar, el cual genera aprendizajes con la vivencia y réplicas de los proyectos pedagógicos productivos (PPP) en los hogares de cada niño.

Esta historia se ha llevado a cabo en salidas pedagógicas mensuales que se realizan en casa de los estudiantes, las cuales permiten afianzar lazos de amistad, integración entre las familias y la generación de aprendizajes que conducen a la transversalidad de las áreas. En aquellas se conocen los proyectos productivos establecidos en cada hogar, como la siembra de árboles o el reciclaje, y se hacen intercambios de semillas y plantas nativas, dándole así importancia a la soberanía alimentaria y al cuidado del medioambiente.

Estudiantes, madres de familia y docente, con clima fresco, sin lluvia y con poco sol, o con días soleados, de firmamento azul y blancas nubes, hemos emprendido caminos largos, de tierra colorada, con lomas, travesías, mangas, lisos y fangosos, por paisajes donde se aprecian las formas del relieve pavoneño. Para estas salidas no hay impedimentos y ningún niño quiere faltar a estos mágicos recorridos, ni a las enseñanzas que nos dejan. Es evidente el entusiasmo en cada paso por carreteras y caminos de herradura, por donde van niños y jóvenes en busca de sus sueños.

Las familias no se quedan atrás, e historias para contar y vivir nos han enseñado: llegar a una casa de campo en medio de bellos jardines y multitud de colores alegra la vista de transeúntes y visitantes. Al llegar escuchamos unas palabras de bienvenida: “Esta es su casa”, nos dicen… Todos descargan sus mochilas para emprender el viaje del conocimiento; los estudiantes hablan de sus proyectos productivos, como la huerta casera, en la que tienen maíz, cilantro, cebolla, fríjol, repollo y tomate, toda una variedad de colores y sabores para su soberanía alimentaria. Hemos encontrado también el café, y se respira el aroma floral de este cultivo ancestral.

Presten mucha atención porque de plantas de la región hoy escucharán: mire el plátano, aquí limoncillo, hay tomillo y laurel, cebolla de rama, lechuga también, qué rico huelen la hierbabuena, el apio y el llantén, y estas naranjitas qué jugosas se ven.

Ah, ¿pero saben qué es lo mejor de todo…? Encontrar aves de corral, a las cuales Antony Ramírez, un niño del grado cuarto, les tiene nombre, a cada una: Tuchi, Clarita, Perla, Copito, Tongolele, Chispa, Lulú. El gran anfitrión Antony cuenta que su sueño es terminar sus estudios y convertirse en un gran veterinario, pues el amor por los animales invade su corazón.

Yo le digo a la gente que se esmere en su casa y produzca su alimento, que no coma cuento, que coma carne. Aquí sumando, allá restando, las cuentas me van dando, caminando, caminando competencias voy desarrollando. Por eso me gusta este cuento, porque se aprende, comparte, conoce y se divierte con estudiantes y familias; nos sumergimos en un viaje maravilloso de libertad y conocimiento.

Cada salida pedagógica es una oportunidad para aprender desde lo rural y para lo rural. Enseñar desde el contexto de los estudiantes desarrolla competencias para la vida, competencias laborales y ciudadanas. Cuando se planean actividades que disfrutan los estudiantes, se puede brindar un aprendizaje significativo desde un currículo pertinente. Para este maravilloso grupo de niños, madres de familia y docente es una oportunidad de intercambio, conocimiento y transformación de paradigmas, que hace de nuestro entorno un escenario de aprendizaje y de retos por cumplir.

Este viaje maravilloso de innovación y creatividad inspira a una alimentación saludable, sin químicos, limpia y orgánica. Además, se replica en casa el trabajo realizado en la huerta escolar, dándoles así un valor agregado a sus parcelas: el de aprender, cosechar con amor y dedicación. Los estudiantes no ven la hora de ser visitados por sus compañeros y docente. Es un espacio para conocer de cerca y fuera del aula el contexto rural y familiar que rodea a la Institución Educativa Rural Valentina Figueroa Rueda.

Llegó la hora de dialogar y unas buenas conclusiones sacar: no talen árboles, mis niños, y siembren cada día más, porque árbol que crece torcido nunca su rama endereza; tus verduras sanas puedes cultivar para un saludable plato preparar, proyectos productivos siembra de buena calidad y tu bolsillo agrandará; me gusta cuando practico porque así aprendo más, aprovechando mi tierrita sueños puedo cosechar y, como soy parte de mi entorno, reciclando lo cuidaré y con gran curiosidad hoy me quedaré. Aprovechen, coman y compren los productos de mi gente.

Así cerramos la historia de érase una vez, cada uno complete qué final quiere tener.

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