Alianza ERA

Educación Rural para Antioquia

El inglés, un mundo de conocimientos y emociones

Emi Johana Mendoza Cuello

Sede La Gloria, Centro Educativo Rural No Hay Como Dios

Nací en la puerta de oro del Bajo Cauca, donde se unen dos grandes y caudalosos ríos, adornados por el cantagallo, la bonga, la guama y el mico. Soy una pequeña semilla viajera, apasionada por la docencia y todas sus implicancias en busca de transformaciones profundas. Heredé de mi abuela la curiosidad, el deseo de saber, aprender y dar, así como también el hábito de andar descalza, comer con las manos en hojas de bijao, amar el canto de la guacharaca y arrullarme con el majestuoso canto del bujío. Disfruto experimentando, indagando e imaginando, y encuentro satisfacción en leer momentos y situaciones. Sueño con dejar, a través de mis acciones, un mundo más equitativo, inclusivo, diverso, justo y lleno de posibilidades para las generaciones venideras.

El inglés, un mundo de conocimientos y emociones

Como semillita viajera, el viento me llevó a la vereda La Catalina, en el municipio de Caucasia, donde su gente esperaba ansiosa la llegada de un maestro que reabriera las puertas de una escuela olvidada. Germinar mis ideas en este nuevo suelo no fue fácil, pero había manos dispuestas a ayudar; ellas fueron las que fortalecieron mis raíces y abonaron el terreno.

Poco a poco fueron proliferando mis inquietudes acerca de esta tierra, llevándome a indagar por sus características para conocer sus frutos, de qué estaban hechos. Allí me topé con algunas realidades que me sirvieron de guía; entre esas el desconocimiento de un currículo que proponía el aprendizaje de una segunda lengua, el inglés, al cual ponían resistencia, apatía, muy convencidos de que no era esencial ni tenía importancia. Entonces, ¿cómo enamorarlos?, ¿cómo motivarlos?, ¿para qué?, ¿por qué? Interrogantes que no me dejaban crecer. Así que comencé a buscar aliados y fue en el patio de la escuela donde lo vi a él, el juego, ese amigo inseparable de todo niño me abrió a un mundo de posibilidades.

Las primeras articulaciones se comenzaron a dar; el inglés y la educación física, recreación y deportes se la llevaron de maravillas; este injerto funcionó: jugaban mientras aprendían y esa hora de clases de inglés se multiplicó y hasta en el descanso estaba presente. Se estaban enamorando de una segunda lengua, y como todo enamorado la veían en todas partes, y allí en los números, figuras y tablas de datos también estaba ella… Cuando nos dimos cuenta andaba con las matemáticas para todos lados. Me tocó dejar caer algunas hojas marchitas para revestirme de unas nuevas, pues no me las sabía todas; desaprender y volver a aprender fue parte de esta nueva cosecha, buscar ayuda me fortaleció.

Una mañana, una pequeña muy contagiada por este nuevo amor me sorprendió en clases de ciencias naturales; había representado los alimentos de la región en tres grandes columnas: energéticos, reguladores y constructores, y esta clasificación ¡la había hecho en inglés! Nació de ellos este nuevo encuentro, y, así, las cadenas alimenticias, la clasificación de los animales según su hábitat, su alimentación, sus características, y muchas otras temáticas, fueron transversalizadas con el inglés.

Con la llegada de los recursos didácticos de la Alianza ERA se fortalecieron los aprendizajes. La manipulación de material concreto potenció el interés y encanto de los chicos, y El baúl de los secretos hizo que proliferaran ideas en mi tallo, ideas que comenzaron a circular por mis ramas dando origen a nuevos frutos, nuevos aprendizajes, que consolidaron la transversalización de las áreas. En este punto surgieron algunos desafíos: los niños no querían perder en las actividades lúdicas, todos querían ser ganadores, los invadían las frustraciones, la ira, la desesperación. Allí, en medio de ese enredo de emociones, apareció la necesidad de convocar a la educación socioemocional. Era necesario y urgente regular y desenredar esta avalancha de emociones que había suscitado esta nueva estrategia.

Aquello que parecía un obstáculo pronto se convirtió en una oportunidad para mediar esta estrategia. Así se desdibujó el autoritarismo, dando cabida al trabajo en equipo, al buen trato, a la regulación de las emociones y al afecto, pues en su mayoría son actividades lúdicas donde los niños de primero a quinto grado resuelven retos con la manipulación de material concreto siguiendo un nivel de complejidad de acuerdo con su desarrollo cognitivo, y los más chicos eran guiados por los grandecitos.

La transversalización con el área de ciencias sociales se fue dando de una manera muy fluida. Recuerdo que se dio por primera vez al trabajar las líneas imaginarias: los chicos llevaron un totumo para representar un mapamundi y con lana imitaban las principales líneas imaginarias. Luego hicimos la transposición didáctica con el geoplano y las coordenadas en inglés; aquí jugamos a encontrar países, a recrear acontecimientos, “¿dónde está ubicado tal lugar en este plano?…”, y los lugares aparecieron en inglés. Surgieron múltiples posibilidades: desfilaron maquetas del sistema solar en inglés, pisos térmicos con sus prendas de vestir y productos alimenticios en inglés, animales según su hábitat… Todo fluía, el currículo se transversalizaba y ellos aprendían integralmente.

El desaprender para volver a aprender, recibir capacitaciones y fortalecer los vínculos escuela-comunidad fueron elementos claves en este proceso fotosintético. ¡Mis hojas parecían cambiar de color cada que me sorprendían los chicos con materiales de apoyo que habían construido en compañía de la familia!: esos hermosos relojes para trabajar ángulos, la hora, fracciones, numeración romana, grados…, en una transversalización con el inglés. ¡Lo facilitaba todo! Así se fueron llenando los centros de recursos de aprendizaje. Se sentían tan familiarizados con cada material, pues, como dice Mafe, “es que me lo hizo mi papito, y por eso lo cuido tanto”. Se refería a su geoplano.

Hoy, un poquito más lejos del suelo, miro en diferentes perspectivas e introspectivamente, y el solo hecho de ver a los niños felices divertirse en la escuela mientras aprenden, consciente de que en la vida diaria nada está separado, porque el conocimiento es integral, me reafirma que es posible plantar ideas maravillosas desde la educación y para la educación. Para ello es clave construir tejidos de humanidad, pues contar con la aprobación y apoyo del director rural me permitió compartir esta linda experiencia, expandir mis semillas a otros campos, como en las comunidades de aprendizajes (CDA), en la Red de Maestros de Inglés del Bajo Cauca, con una ponencia en la Universidad de Antioquia… Nada está terminado. Con el tiempo hay mayor exigencia, aparecen posibles mejoras, y el hecho de repensar las acciones y respuestas de los chicos frente a este proceso lo fortalece.

No sé a dónde lleve el viento a mis pequeñas semillitas, cuáles puedan crecer o cuáles no. Lo que sí es seguro es que cada maestro ha plantado muchas en su recorrido, y puede inspirar a otros si tan solo se atreve a contar, a compartir. Expande tus semillas, atrévete, puede que te asombres del enorme bosque que demos a heredar a quienes nos siguen.

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